Julia Norma Rodríguez
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Comunicadora.

"Dios tenga misericordia de nosotros y nos bendiga. Haga resplandecer su rostro sobre nosotros; para que sea conocido en la tierra tu camino. En todas las naciones tu salvación. Te alaben los pueblos oh, Dios; Todos los pueblos te alaben. Alégrense y gócense las naciones, porque juzgará los pueblos con equidad y pastoreará las naciones en la tierra. Te alaben los pueblos, oh, Dios; Todos los pueblos te alaben. La tierra dará sus frutos; Nos bendecirá Dios, el Dios nuestro. Bendíganos Dios, y témanlo todos los términos de la tierra. Exhortación a las Naciones para que alaben a Dios" (Salmo 68). 

No existe mejor manera de reencontrarnos en este espacio entre ustedes y nosotros que así, como lo estamos haciendo, con la humildad, la Fe, la Esperanza y un deseo ferviente de glorificar con alabanzas a nuestro creador. Ciertamente hemos estado muy frágiles, por momentos hemos temido por nosotros y los nuestros; sin embargo, cuando nos fortalecemos en la oración y llevamos en cuenta todas las recomendaciones de las medidas de seguridad que los organismos acreditados nos indican, sentimos Paz en medio de la tormenta.

El mundo sigue siendo hermoso, la gente, el aire, las flores, los animales, las frutas, vegetales y un sinfín de cosas realmente deslumbrantes; nada de eso dejó de ser, la vida continúa. Yo, por mi parte, he tratado de predicar con ejemplo, usando mi mascarilla, caminando cada día en los lugares indicados, permaneciendo en casa cuanto más tiempo me es posible, mi trabajo ha sido inspirar por lo menos a una persona, a ejercitarse y a que levante el ánimo, estamos vivos, sólo que, por ahora, es nuestra nueva normalidad.

Queremos felicitar a todos los profesionales de la medicina y a todos los que de una u otra forma arriesgan cada día sus vidas cuidando de que nosotros no nos falte nada. Mis felicitaciones muy especialmente al desempeño de Gina Raimondo, gobernadora de Rhode Island. Son muchos los nombres que me encantaría destacar, verdaderos héroes en este tiempo de crisis sanitaria, pero se nos dificulta por razones de espacio, todos son ángeles. Mis felicitaciones y agradecimientos a este medio, Acontecer Latino, nos han mantenido muy bien informados vía la web, gracias a sus esfuerzos hoy estamos impreso nuevamente.

La emisora Power102.1 & Poder1110 una vez más presente y comprometida con nuestra gente, gracias. La República Dominicana, se ha convertido en el primer país en celebrar sus elecciones presidenciales y congresuales en medio de la pandemia, con mascarillas y distanciamiento social, se logró elegir al nuevo presidente, Luis Abinader, !felicitaciones! Sabemos y nos entristece la pérdida de tantas vidas por el Covid-19, nuestra solidaridad con los familiares. Hasta una próxima oportunidad, seguimos en Orden divino, con la gracia de Dios. Cuídense mucho. Vivir no se posterga, el que ama protege. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. Instagram @jnormarodriguez Twitter @jnormarodriguez

 

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Gonzalo Cuervo
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En uno de sus temas memorables, el cantante puertorriqueño Héctor Lavoe afirma, “todo tiene su final, nada dura para siempre. Tenemos que recordar que no existe eternidad.” Las elecciones presidenciales y congresuales en República Dominicana, celebradas este pasado domingo 5 de julio, afirmaron una vez más las sabias palabras de Lavoe.

Tras una temporada electoral atropellada e impactada por el COVID-19, el oficialista Partido de la Liberación Dominicana (PLD) sufrió una derrota histórica a manos de un electorado ansioso por explorar nuevos senderos. El pueblo estaba hastiado de ver cómo la clase dirigente consolidaba su capital político y económico mientras grandes sectores de la sociedad no lograban escapar de la pobreza y la precariedad. El resultado fue una verdadera masacre política. El PLD perdió de manera abrumadora la presidencia de la república, pese a no escatimar esfuerzos ni recursos en apoyo a su candidato, el exministro y empresario Gonzalo Castillo. Adicionalmente, el PLD vio evaporar su dominio absoluto del congreso nacional. Semejante desplome nos recuerda la caída libre del omnipotente Partido Revolucionario Institucional (PRI) en México, después de dominar el quehacer político mexicano durante casi un siglo.

Hoy, la República Dominicana cuenta con un presidente electo llamado Luis Abinader, economista de 52 años, empresario del sector turístico y titular del Partido Revolucionario Moderno, entidad política fundada hace apenas seis años. De bajo perfil y pocas palabras, el hoy presidente-electo no parecía encajar en el perfil de líder carismático y locuaz tan común en la política latinoamericana. No importó. El desgaste político del PLD entre la población, acelerado por riñas internas que llevaron a la partida del expresidente de la república y presidente del partido, Leonel Fernández, prepararon el terreno para que el PRM fuese aceptada por las masas como la alternativa lógica al oficialismo. Para colmo, el actual presidente Danilo Medina, decidió escoger a dedo al empresario y ministro de Obras Públicas Gonzalo Castillo como candidato del oficialismo, pasando por alto a dirigentes de larga trayectoria y amplias redes de apoyo dentro del PLD. Por su parte, Castillo resultó ser aún menos carismático que Abinader - con un agravante. Cada vez que abría la boca, aparentaba ser el candidato menos preparado y más dado a decir incoherencias en toda la historia política del país.

No cabe duda de que Castillo es una persona con educación y capacidad, pero tampoco hay duda de que él nunca se sintió a gusto asumiendo el papel de candidato presidencial. Parecía que estaba cumpliendo con una tarea bajo obligación. Incluso, en la noche del pasado domingo, al dirigirse a sus seguidores con el fin de reconocer el triunfo de Abinader, parecía que Castillo se había quitado una enorme carga de encima. Habló con propiedad, sinceridad y claridad de pensamiento como nunca lo hizo durante toda la campaña. Quisiera creer que Castillo durmió tranquilo esa noche, por primera vez en mucho tiempo.  

El próximo 16 de agosto, Luis Rodolfo Abinader Corona se convertirá en presidente de la República Dominicana. Recibirá un país hermoso y diverso, rico en recursos naturales y humanos y colmado de retos sociales y económicos, agravados por la pandemia global. Tendrá a su favor un congreso aliado y las esperanzas de un pueblo que no votó propiamente por el PRM sino por el cambio. Aún así, ese día marcará el inicio de la era PRM, una oportunidad para que este partido pueda demostrar su capacidad y sus intenciones. A menudo se dice que la política es puro teatro. A partir del 16 de agosto, el escenario político de la República Dominicana contará con un elenco nuevo de actores. Dependerá no solamente de ellos, sino de todos los dominicanos en el país y en el mundo, escribir

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Vivian Jimenez
Author: Vivian JimenezEmail: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

El mundo había confiado demasiado en sí mismo, en sus capacidades para enfrentar cualquier tragedia, en los avances de la ciencia y la tecnología, en el poder del dinero, en su pericia para manejar todo lo que pudiera caerle encima, viniera de donde viniera, antes, durante o después de que ocurriera.

A escala particular, los humanos habíamos subestimado el peligro que representaban las pandemias, aun después de que se identificara una amenaza en China. Creíamos que eran tragedias propias de los países tercermundistas más pobres, que solo conoceríamos por reportajes o documentales de National Geographic o el Discovery Channel.

Palabras como cuarentena, toque de queda, aislamiento social, confinamiento, desescalada, parecían, en unos casos, sacadas del español moribundo o de historias medievales y, en otros, de situaciones relacionadas con catástrofes naturales, guerras o inestabilidad política.

Desde sus realidades holgadas, muchos sobrestimaban la capacidad de sus recursos, que les permitían contar con propiedades y poder de decisión para comprar lo que quisieran, desde joyas, hasta unas vacaciones de ensueño a bordo de un crucero a las islas griegas o en reino mágico de Disney World.

Los de bajos ingresos, se dedicaban a maldecir su suerte, sin percatarse de que menospreciaban tesoros simples y a su alcance, como abrazar a un ser querido, ejercitarse en un parque, reunirse con los amigos, pasear al perro, contemplar atardeceres idílicos en una playa cercana o dar el último adiós a alguien que partía de este mundo.

En resumen, no sospechábamos que éramos felices y no lo sabíamos, que podíamos ejercer nuestro libre albedrío en las relaciones interpersonales, el trabajo, el placer, los estudios, los desplazamientos, las compras y los trámites con los que debemos cumplir como ciudadanos organizados.

Vino el coronavirus y nos quitó todo eso y más, sin distinción; nos despojó del poder para hacerlo a nuestro modo y en nuestro tiempo. Nos recluyó en los hogares, para retomar el para muchos olvidado hábito de compartir con la familia, sujetos a órdenes de autoridades y gobiernos desorientados, porque nadie sabía a ciencia cierta cómo se debía enfrentar a un enemigo invisible, microscópico, desconocido, sin ejércitos ni las armas convencionales.

La economía general y particular se fue a pique. Cierre y quiebra de empresas y sectores completos, como el turismo y el entretenimiento; tasas de desempleo históricas y aplicación del esquema del Estado benefactor para auxiliar a las colapsadas economías familiares.

De pronto, las prioridades cambiaron. Los tapabocas y guantes hoy son prendas imprescindibles. La ropa de entrecasa es la protagonista de la cotidianidad; se han impuesto el teletrabajo, la teleducación y las reuniones “on line”; la televisión, el internet y las redes sociales han ganado aún más terreno y los balcones, por muchos desdeñados, ahora son la ventana al mundo exterior, visto entre rejas, como si se estuviera en una cárcel.

El transporte público y el consultorio médico son zonas vedadas, reservadas estrictamente para lo ineludible y, el supermercado, el eje alrededor del cual gravita el poco hálito de vida bajo la pandemia, porque sin alimento morimos, pero adonde hay que ir disfrazado y prevenido para después, en casa, despojarse de todo lo que se llevaba puesto y lavar cada artículo adquirido.

Y, bajo la presión del empresariado que fuerza una apertura de negocios muy regulada y médicamente no aconsejable, se hacen aprestos sobre la marcha para la llamada “nueva normalidad”, un estilo de vida diferente que es imperativo asumir para sobrevivir en un mundo que ya no será el mismo que conocíamos, convertido en alimento para la nostalgia.

¿Lo lograremos? Responder que sí parece aventurado en estos momentos, cuando las cifras de infectados y muertos siguen siendo alarmantes, mucha gente no entiende o no quiere entender cómo prevenir el contagio y las vacunas están en fase experimental sin fecha precisa para su aplicación y universalización.

Sin embargo, la capacidad de la humanidad para sobreponerse a la adversidad, como lo demuestran tantas hecatombes de diferente naturaleza que recoge la historia, y los arduos esfuerzos científicos que se realizan y que en algún momento habrán de fructificar, permiten vislumbrar una salida, siempre y cuando cada quien cumpla con lo que le corresponde.

La situación nos afecta a todos y la sobrevivencia también es un asunto de todos. Con los gobiernos como organismos rectores, la ciencia ha de seguir trabajando para lograr tratamientos y vacunas, y el sector médico en la atención a la población afectada; las industrias y empresas deben garantizar los suministros sin alterar precios y cada ciudadano, adoptar las medidas de higiene, distanciamiento y protección para evitar contagios. Así de simple.

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Sandra Cano
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Como miembro de la Comisión Especial Legislativa Conjunta de Gastos de Emergencia COVID-19, me complació leer sobre los esfuerzos de los funcionarios estatales de Rhode Island para proteger a los contribuyentes de los "especuladores de virus" en la edición del 25 de mayo del Providence Journal. La administración de la gobernadora Raimondo ha respondido rápida y efectivamente a este desafío sin precedentes, y ha sido fundamental para evitar millones de dólares en gastos adicionales para combatir esta pandemia.

Sin embargo, es decepcionante ver que los proveedores minoritarios calificados han sido ignorados por completo, ya que el estado otorga millones de dólares en contratos relacionados. Esto es especialmente desalentador considerando que la comunidad minoritaria de Rhode Island se ha visto desproporcionadamente afectada por COVID-19.

El tiempo es esencial en cualquier respuesta de emergencia, y las autoridades tuvieron que reaccionar rápidamente ante escenarios impredecibles y potencialmente devastadores. Estoy orgullosa del trabajo realizado y aprecio los esfuerzos de la administración, así como el trabajo y los servicios de alta calidad proporcionados por muchos contratistas de Rhode Island.

Nuestros trabajadores de la construcción realizaron un trabajo excepcional. Sin embargo, incluso en las circunstancias más extremas, es cuestionable en el mejor de los casos e inaceptable en el peor, que los contratistas minoritarios debidamente registrados de Rhode Island, comúnmente conocidos como Empresas Comerciales Minoritarias (MBE), fueron pasados por alto.

Mientras Rhode Island se preparaba para un aumento potencial en las hospitalizaciones relacionadas con COVID-19, se gastaron $34 millones en la construcción y equipamiento de hospitales de campaña. De esos $34 millones en contratos, ni un solo dólar se ha destinado a una compañía minoritaria de Rhode Island.

Con cientos de MBE en la lista maestra de proveedores del estado, es inconcebible que ni siquiera uno sea digno de consideración. Por ley, el diez por ciento de todos los contratos estatales de construcción y servicios deben adjudicarse a empresas pertenecientes a minorías que hayan completado un riguroso proceso de certificación estatal.

Esta pandemia ha puesto en primer plano las desigualdades sistémicas de larga data en nuestra sociedad. Nuestras comunidades minoritarias reflejan indicadores de salud, educación y económicos significativamente más bajos en comparación con la población en general.

No debería sorprendernos, entonces, que las minorías en nuestro estado hayan sido particularmente afectadas por COVID-19. Sin embargo, lo que es sorprendente y decepcionante es que las empresas calificadas y certificadas dirigidas por minorías también se han quedado atrás durante uno de los períodos más desafiantes de nuestra historia reciente.

La respuesta de Rhode Island al COVID-19 ha sido notable. Hemos liderado a la nación en la prueba y adquisición de EPP durante estos tiempos difíciles. El éxito del estado en proteger a los contribuyentes de los llamados especuladores de virus es apreciado y debe extenderse para proteger a nuestros propios vendedores minoritarios en Rhode Island.

También me ha impresionado la respuesta de mis colegas en el Comité de Finanzas del Senado y en el Senado, que están trabajando para abordar la crisis fiscal de manera responsable y han sido incansables a lo largo de esta crisis en sus esfuerzos por ayudar a los electores necesitados.

Tomemos el mismo enfoque reflexivo para garantizar que no dejemos a nadie atrás en la adquisición de bienes y servicios, y a medida que tomemos medidas adicionales para reabrir la economía. Mientras lo hacemos, no nos conformamos con simplemente volver a ser como eran las cosas.

Dado que esta horrible pandemia ha devastado nuestras comunidades minoritarias, concentrémonos en garantizar la equidad para todos los habitantes de Rhode Island, independientemente de sus códigos postales.

Sandra Cano es una senadora estatal de Rhode Island que representa al Distrito 8 en Pawtucket.

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