Profesionales inmigrantes que residen en Rhode Island, procedentes de diferentes países latinoamericanos, comparten su testimonio sobre el desafío que ha significado para ellos venir a vivir a los Estados Unidos
PROVIDENCE, RI.- Son las 2:00 de la madrugada y Evaristo sigue despierto. De nada valieron el té de manzanilla, el baño caliente, ni los sonidos de lluvia y truenos descargados en su celular. Tiene sueño, pero teme dormirse profundamente. Es la batalla diaria entre su mente y su cuerpo, desde que empezó a trabajar como operador industrial en una factoría de Massachusetts.
Cada vez que escucha el sonido de la alarma a Evaristo le golpea la melancolía. Atrás quedaron sus años de renombrado profesional de ingeniería con auto caro, y salario abultado. Aunque tiene la preparación, la experiencia y el deseo, él ahora tiene que conformarse con un trabajo de sueldo mínimo, que no está a la altura de sus capacidades. El nombre de Evaristo es ficticio, pero su historia es real. El forma parte de los más de 10.5 millones de profesionales inmigrantes que, de acuerdo con las cifras más recientes dadas a conocer por el Migration Policy Research (2014), están residiendo en los Estados Unidos.
Al igual que Evaristo, Isabella Sosa prefiere guardar su verdadera identidad. Graduada en República Dominicana con una licenciatura en la carrera de Comunicación Social, y varios años de experiencia como periodista, ella se vio forzada por las circunstancias a incursionar en ramas de actividad laboral muy distintas, como asistente de enfermería (CNA) y empleada de restaurantes. Desde hace cuatro años trabaja como conductora de autobús escolar. “Este trabajo me fascina, porque es bien remunerado, me paga vacaciones, y me da la oportunidad de pasar el verano con mis hijas”, dice. Sosa asegura que, si bien la carrera es importante, un título no es lo que garantiza una vida económica estable.
De profesor a “janitor"
La de Leonardo Cruz, en cambio, es otra historia. Egresado de la Universidad Autónoma de Santo Domingo como licenciado en Educación, la situación económica lo trajo hasta aquí con su familia en busca de nuevos horizontes.
Por paradojas de la vida, él, que fue profesor en colegios privados y asistente de vicerrector en una universidad de su país, es ahora “janitor” (encargado de limpieza) en la escuela Paul Cuffee, de Providence.
Aunque expresa que le hubiera gustado tener la oportunidad de ejercer su carrera, algo que no pudo lograr por no dominar el inglés, entre otras limitaciones, Cruz asegura que no se siente avergonzado por el trabajo que hace y que por eso no tiene reparos en revelar su identidad. Su contacto con estudiantes y profesores, los cuales le profesan un gran respeto y cariño, es una de las cosas que más disfruta de su actual fuente de empleo.
El incursionó durante varios años en el negocio de soldadura de joyería, antes de que la industria comenzara a decaer, a mediados de los 90. Con 67 años cumplidos, se lamenta de no haberse orientado mejor cuando tuvo la oportunidad para planificar su retiro. Es en este último punto en el que hace más énfasis. "Me gustaría insistir en esta parte, sobre la importancia de orientarse bien y buscar información sobre lo que se necesita hacer para planificar el retiro. Yo no me orienté acerca de eso y ahora, a mis 67 años, es algo de lo cual me arrepiento", señala.
Marianela (nombre ficticio a petición de la entrevistada) era una abogada y catedrática universitaria prominente en su país natal, Venezuela, que además ostenta un postgrado en Gerencia Pública. Durante 24 años impartió docencia en distintas áreas y fue también asesora de tesis. En Rhode Island, donde vino a vivir desde hace poco más de un año, trabaja pintando tubos de electricidad y limpiando el edificio de la empresa para la cual labora.
“En principio es duro, pero luego uno tiene la tranquilidad de saber que, cuando te pagan, te compensa un poco esa tristeza que te da", sostiene Marianela. La barrera del idioma, junto con su estatus migratorio, han sido el principal obstáculo para que ella pueda realizar un trabajo de más alto perfil. En adición, reconoce que ejercer su carrera aquí habría sido difícil de todos modos, por los requerimientos propios del oficio. “Si tuviera la oportunidad, lo haría. Tal vez incursionaría en el área de inmigración. Soy fiel creyente de la justicia”, afirma.
Refugiados
Margarita Cepeda, organizadora comunitaria residente en la Florida, tiene amplia experiencia trabajando con profesionales inmigrantes. “Durante 18 años en mi trabajo en comunidades costales del Sur la Florida establecí por primera vez los servicios de entrenamientos para personas refugiadas e inmigrantes, en ese entonces era la directora ejecutiva del Miami Beach Hispanic Community Center/ South Florida Workforce Career Center. Esa experiencia me puso en contacto por segunda vez después del trabajo en Rhode Island con esta populación de inmigrantes. En Florida fue con cubanos, haitianos, nicaragüenses y rusos”, explica.
Por su experiencia, el principal inconveniente para los profesionales refugiados es el trauma mental que viven desde antes de llegar a este país. “También llegan a lugares o los asignan como refugiados donde es más económico para vivir, donde la educación y él éxito no son la prioridad, sino el sobrevivir cada día”. “Esa persona educada que adquirió y conquistó una disciplina educativa y desarrolló su intelecto en muchos casos se torna negativa, muy pesimista y vive en la oscuridad con su mejor amigo: el miedo”. Para Cepeda, la autoestima baja, y el establecerse en lugares donde la comunidad latina está marginada, “sin ningún poder y expuesta a oportunistas y usurpadores del talento ajeno”, son las principales barreras que enfrentan, por su parte, los profesionales hispanos que llegan aquí. Abogó por que en Rhode Island exista una comunidad que se valore y que transforme sus necesidades en movimientos para alcanzar recursos económicos y sociales para ayudarse a sí misma y a sus hijos.
RI Welcome Back
En Rhode Island existe el Welcome Back Center (RIWBC), que brinda asistencia en distintas áreas a los profesionales recién llegados. Manuela Raposo, su presidenta, sostiene que la mayor dificultad para estos inmigrantes es la situación económica, la necesidad de trabajar y proveer para la familia, lo que los lleva a aceptar trabajos que quizás nunca antes hicieron. También está la pérdida de identidad profesional, que les provoca depresión y ansiedad, “Es muy importante que estos profesionales encuentren ayuda temprano para evitar que estos sentimientos causen un daño irreparable", indica Raposo.
El RIWBC ofrece ayuda a profesionales imigrantes en varias áreas:
• Instituto de Inglés como segundo idioma
•Ayuda con el proceso de licenciatura en RI
• Aprendizaje sobre carerras alternativas
• Networking con otros de su misma profesión
• Ayuda con la validación de sus credenciales, etcétera.
EL RIWBC está ubicado en el 25 Public Street, Providence, RI 02905. Su correo electrónico es: riwelcomebackcenter@ gmail.com.
"Mi diploma por un trabajo", el dilema de los profesionales inmigrantes en Estados Unidos
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