"A esta edad, a ti no te toca esto", me dicen. La historia siempre es trabajar por unos largos años; luego retirarse tranquilo a la casa que construiste en el pueblo de tus padres, montarte en el carro que compraste y mecerse en la hamaca debajo de la mata de mango que, paciente, te espera. El sueño de miles de inmigrantes. A los colombianos por regiones, si es costeño, pues añora la playa y si es antioqueño, una finca con caballos y el aroma de montaña. A los mexicanos, llegar y parquear su gran “troca” al frente de su casa, mientras los chamacos escuchan las anécdotas del que se fue pal’ Norte y se hizo rico. A los puertoriqueños, unirse a su comunidad, la alcapurria o bacalaíto acabado de freir con su medallita fría, la música de la vieja escuela…En las mayoría de los casos, la meta es: regresar con dinero y habilidad personal, ser auto-suficiente y, en muchos casos, ayudar a otros. Una historia dice que estas cosas llegan con el retiro, el cual es dictado por los gringos. “Que lento!”, me decía, “tengo que esperar a los 67 años de edad o más? Por qué no puedo irme antes?”. La cosa es que aun me falta pagar muchas deudas para comenzar a preparar un ahorro para el retiro. Está la hipoteca, las tarjetas de crédito, los préstamos de arreglar la casa, etcétera. Sabía que esperar al retiro me agotaría.
Llegué a Providence de adolencente, dejando atrás la familia. Tal vez es parte del porqué pensé que la historia del retiro no iba a funcionarme igual. Esta propuesta no tenía sentido para mí, no solo por la familia y amigos que se dejan atrás. La espera conlleva toda una vida de crecimiento, lleno de altas y bajas y, a consecuencia, también de arrugas. Más de una vez sentí como si viviera el cuento de otro; dándole valor a una historia que te suena absurda, cumpliendo los sueños de los padres y luego los de los hijos. ¿Cuánto tiempo cuesta el cumplirse a uno mismo? Así ha sido para mí el nunca terminar de llegar a donde se quiere y nunca terminar de irse de donde no se quiere estar.
Confieso que tuve que eradicar varios miedos que uno no se percata de que están ahí. Providence tiene una parte de mi corazón que solo ésta y yo conocemos. Una romántica y fuerte historia de triunfos y caídas – con esta crecí en esos años clave de adolescente a mujer. Pensé que al estar lejos de ésta se derrumbaría la capa de protección, familiaridad, y posibilidades ya creadas. La ansiedad económica vino por las historias de lo costoso que es vivir en República Dominicana; lo que se le suma las expectativas de la familia y amigos en la isla. Y, finalmente, también consciente de que las facturas en Rhode Island no paran porque yo no esté.
El explorar por el internet donde vivir en República Dominicana me llenaba de dudas. Una cosa es ser recibida por unos días de vacaciones y otra es vivir cada día en un lugar del que te fuiste joven y donde aun no has acumulado nada material. Me imaginaba cómo sería el no tener historial de crédito para sacar cuentas de banco, internet, luz, y todo lo demás. En manejar un vehículo en la capital con mi licencia de Rhode Island. Contemplé las problemáticas de seguridad y el ser visto como extranjero en el país de origen.
Pensé en lo que quería lograr y me enfoqué en esa meta; controlando las distracciones de la mejor manera posible. Estos fueron los primeros pasos:
- Convencer a la compañía de que puedo hacer igual o más eficiente mi trabajo remotamente.
- Escribir todas las preguntas clave y responderlas con pruebas basadas en mi investigación.
- Presentar mi plan a mis amistades más cercanas.
- Hablar con mi madre y mi hermano; me enfoqué en tener su apoyo.
- Llamar a un familiar en República Dominicana con buen internet y luz para quedarme el primer mes.
- Hacer dos cajas de 50 libras con mi ropa, utensilios y alimentos básicos y enviarlas un mes antes de mi llegada.
- Asegurar un carro familiar en RD para utilizar a diario.
- Convertir todas mis facturas de papel a electrónicas con la opcion de pagar por computador.
- Hacer una cita en la embajada Dominicana en Boston para renovar mi cédula y pasaporte Dominicano.
- Comprometer por amistad o ocupación a personas clave para manejar lo que dejé (leer cartas importantes, rentar departamento, cuidar carro).
- Obtener un contable con capacidad internacional y entregarle historial de taxes.
Comencé el proceso un Octubre y llegué a RD un Mayo del siguiente año. Siete meses de un intenso proces de organización del cual uno es el autor, protagonista y antagonista porque la propia disciplina me llegó a pesar en momentos. De cada uno de estos puntos se puede escribir un largo párrafo. Si aun te preguntas si valió la pena el mudarse a República Dominicana luego de vivir en Providence casi 20 años, te espero aquí para discutirlo como se debe. Si te gustaría saber más de estos pasos para lograrlo escríbeme a Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo..
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