PROVIDENCE, RI.- A sus 21 años Lixandra Terrero Almonte llevaba toda una vida involucrada en causas sociales, el trabajo voluntario y el servicio a la comunidad.
Desde muy temprana edad ella se integró activamente en el grupo de jóvenes de Quisqueya en Acción, Back to School Celebration y su reparto de útiles escolares, Runway for Mom, ayudando a las madres y mujeres de Rhode Island a empoderarse, además de apoyar a instituciones locales que trabajan con el autismo y el lupus. Colaboraba en proyectos de limpieza y ornato de las calles, en la organización de festivales, así como en clases de arte y otros programas de la biblioteca municipal. También era donante de sangre, miembro del grupo juvenil de su iglesia, fue pasante en la Casa del Estado, prestaba servicios como “baby sitter” y, más recientemente, había emprendido un pequeño negocio de uñas acrílicas y pestañas postizas. Por si fuera poco, tenía talento para el canto, el baile, el modelaje y el “belly dance”.
Se graduó con honores del Rhode Island Nurses Institute Middle College Charter School, en Providence, y laboraba como asistente al personal de rescate en ambulancias y emergencias del Rhode Island Hospital.
Por estas y muchas otras razones no fue por casualidad que más de 500 personas, incluidos líderes locales, estatales y representantes de organizaciones comunitarias hicieron filas para presentarle sus respetos en la funeraria donde fueron expuestos sus restos tras su lamentable fallecimiento el pasado 30 de mayo.
Lixandra fue uno de los cuatro jóvenes dominicanos que perdieron la vida en un accidente de tránsito ocurrido durante la festividad de Memorial Day, en la frontera de Connecticut y Rhode Island. Junto a ella murieron su prima Erika Pérez y sus amigos Jaslin Pérez y Johan Santana. Su amigo Reynel López, quinto pasajero en el vehículo, fue el único sobreviviente.
Alma y corazón de la casa
“Lixandra era la alegría de esta casa”, afirma Soraya Almonte Nina, su madre, quien habla con orgullo sobre el carácter jovial de su hija más pequeña. “Ella era alegre, siempre estaba cantando, bailando, pero también era alguien que te decía lo que tenía que decirte riéndose y tú ni te dabas cuenta”.
Entrevistada por Acontecer Latino en su hogar de Providence, la madre de Lixandra dice que aunque era la más pequeña de los tres hermanos ella actuaba como si fuera la mayor. “Era casi como la mamá de todos, por su forma de ser. Ella era la que se quedaba despierta hasta tarde en la noche esperando que sus hermanos llegaran de trabajar”.
En el segundo piso de su casa un memorial reúne fotos y objetos personales de Lixandra. Su madre guarda también como un tesoro los numerosos pergaminos de reconocimiento que la joven recibió.
Señales y coincidencias
Mientras se esfuerza por no derrumbarse para no causar más dolor a sus otros hijos y a su madre, Soraya no deja de pensar en las extrañas coincidencias que rodean la muerte de su hija. “Mi hija trabajaba ayudando a personas accidentadas. Ella me decía que le gustaba lo que hacía, porque salvaba vidas, y yo no dejo de preguntarme si es que hubo oportunidad o tiempo para que alguien la salvara a ella en ese momento”, reflexiona con voz entristecida.
Ella está convencida de que su hija presentía su muerte, pues así lo dejó entrever con una serie de hechos aparentemente aislados que hoy cobran sentido y se unen como piezas de un rompecabezas. “Ella estaba actuando raro, a veces se quedaba pensativa, mirándome en silencio. Desde chiquita ella dormía conmigo y últimamente no quería acostarme en mi cama y un día hasta me dijo que yo tenía que empezar a acostumbrarme a dormir sin ella. El mismo día del accidente, cuando ella se iba en la mañana y se despidió de mí, yo la vi tan linda y le dije que había algo especial en ella, estaba como resplandeciente”.
Lixandra también había escrito algunos mensajes tanto en sus redes sociales como en manuscritos, que hoy en día son vistos por su madre como una premonición. “Nacimos solo para morirnos un día”, había publicado una semana antes del accidente en su página de Facebook. Otro mensaje que encontró su madre en una libreta donde Lixandra hacía anotaciones de su trabajo tiene por igual una reflexión alusiva a la muerte. Entre otras cosas el mensaje, que fue usado después en el recordatorio de su fallecimiento decía: “Tal vez mi tiempo parecía demasiado breve, no lo alargues ahora con un dolor indebido. Levanten sus corazones y compartan conmigo. Dios me quería ahora, me liberó”.
La visita de una pequeña mariposa que revoloteó alrededor de todos en la casa la noche de su muerte, se convertiría luego en otra señal. Cientos de mariposas fueron liberadas en su memoria el día del entierro, muchas de las cuales se negaban a irse lejos mientras permanecían posadas en las manos y hombros de amigos y familiares. La mariposa se ha convertido ahora en un símbolo para los familiares y algunos amigos de Lixandra, que se han tatuado su imagen como recuerdo imperecedero de su memoria.
Soraya agradeció las muestras de afecto y el apoyo recibidos de parte de los miembros de la comunidad, incluso de personas que vinieron a Rhode Island desde Connecticut, Massachusetts y New York para solidarizarse con ella. “No tengo cómo agradecer a tantas personas que me han llamado, enviado mensajes. Hubo gente que fueron a la funeraria y me dijeron que no me conocían pero querían solidarizarse conmigo. Mi hija era una persona que se daba a querer en todas partes. Yo pienso que todo ese apoyo que he recibido es una demostración de que he hecho algo bien, de que mi hija hizo las cosas bien. Ese apoyo y ese cariño me dan fuerzas para seguir adelante”.
Lixandra Terrero Almonte, una vida consagrada al servicio comunitario
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