Isaías Bulús, el ser humano detrás de la víctima

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Hace poco más de dos meses nació su primera hija, de la que soñaba “ser el mejor padre del mundo”, una aspiración que fue truncada, junto con la posibilidad de emprender su propio negocio, cuando una persona desconocida le arrancó la vida de forma violenta, la madrugada del 12 de abril, en una calle de Providence.

PROVIDENCE, RI.- Isaías Bulús nació en Providence, Rhode Island, hace 21 años. Desde el momento de su concepción fue un niño deseado, al que no le hicieron falta ni afecto ni cuidados. Le encantaban los deportes y a los cinco años jugaba beisbol. Era buen estudiante, bromista y un excelente bailarín, tanto que se volvió popular en las cortes de fiestas de quince años. En la secundaria era la estrella en el equipo de basquetbol de su escuela, donde se ganó el cariño de profesores y personal administrativo. Hace poco más de dos meses nació su primera hija, de la que soñaba “ser el mejor padre del mundo”, una aspiración que fue truncada, junto con la posibilidad de emprender su propio negocio, cuando una persona desconocida le arrancó la vida de forma violenta, la madrugada del 12 de abril, en una calle de Providence.

“Ese es el Isaías que quiero que todo el mundo conozca. Ese era mi hijo, un niño dulce, educado, respetuoso, buen hijo, hermano y amigo, que siempre andaba repartiendo abrazos y haciendo reír a todos a su alrededor”, expresa Ibelka Peña, su madre, al hablar sobre Junior, como era conocido Bulús familiarmente.

A pesar de todas sus cualidades, la vida de Isaías había dado un giro en los últimos tres años. ¿La causa? La muerte, también violenta, de su hermano Cristian, de 23 años, que al igual que él fue baleado en la calle por personas hasta ahora desconocidas, en un hecho ocurrido la madrugada de año nuevo, en el 2018.

“Nosotros éramos una familia tranquila y feliz hasta que le mataron a su hermano, a partir de ahí todo cambió. Junior se volvió un niño amargado, lleno de dolor, de coraje, porque él veía que la ley no hizo nada por la muerte de su hermano. Se sentía muy impotente y ahí comenzó la pesadilla de la calle, y su obsesión de que tenía que cuidarnos y cuidarse él porque sentía que la justicia no nos cuidaría”. Isaías, que cumpliría 22 años el diez de junio próximo, dejó de estudiar, abandonó los deportes, en palabras de su madre “dejó de ser ese niño respetuoso que creía que la ley de los hombres era justa”.

Esta madre dominicana, que ha perdido a dos frutos de sus entrañas de manera tan trágica, dice que vive con miedo porque todavía ella y su familia no saben quiénes son los responsables del asesinato de sus dos hijos. “No sabemos si es una persona que quiere hacernos daño y anda por ahí, suelta en la calle”, dice Peña, quien descarta que los homicidios de sus hijos estén relacionados. Con su corazón destrozado, se lamenta de tener que lidiar con comentarios negativos acerca de la forma en como murieron sus dos hijos, más recientemente por el caso de Isaías. “Me siento muy triste, porque la gente juzga sin saber, sin conocer cómo es cada persona. Isaías era un niño único, todo el que lo conoció lo quería. Tenía sus defectos, estaba herido por el dolor de la muerte de su hermano, pero no pueden señalar a ninguna gente a la que él le hizo daño”, afirma.

Para ella es “algo inexplicable, una pesadilla imposible de describir con palabras”, ver a dos hijos violentamente arrancados de este mundo, ambos con poco más de 20 años, que coincidencialmente también dejaron a sus dos niñas en la orfandad. La bebé de Cristian nació meses después de su asesinato, y la de Isaías tiene dos meses de nacida.

“Yo espero que las autoridades hagan su trabajo, que lo de Cristian ya está bueno. Escuché decir que hay siete muertos en lo que va del año y tienen personas arrestadas de todos los casos, menos del de Isaías. No me han dicho nada hasta el momento, siempre dicen que necesitan tiempo, que tienen mucha información pero nada más”, se quejó Peña, sobre el manejo de los investigadores policiales. Reconoce que la policía ha estado más activa en el caso de Isaías que en el de Cristian, ya que el menos los detectives del caso se comunican con ella, algo que no ocurría antes.

Pidió a las autoridades “pararse en sus dos pies” y comenzar a desarmar a los líderes de pandillas, que según ella están premiando a los jóvenes con armas para que sean parte de sus grupos. “Ellos (la policía) dicen que escuchan todo, si es así, deben parar esto. Yo he oído de niños hasta de 12 años que cogieron disparando, un niño a esa edad lo que tiene que estar es en la escuela y practicando deportes.”

A Isaías dice que lo recordará por todos los abrazos que le daba y las sonrisas que le arrancaba. Lo vio por última vez el sábado como a las cuatro de la tarde, cuando llegó a la casa para comer, le dio un beso y le dijo que la amaba antes de salir. Ese día estuvo todo el día al cuidado de su pequeña hija. “Espero que, por favor, me den una respuesta de los dos. Mis hijos nacieron en Providence, yo he vivido y trabajado aquí por muchos años, he sido una ciudadana ejemplar y merezco la consideración de que paguen por sus crímenes los que le quitaron la vida a mis hijos”.

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