Según informes de la DEA, para 1984 el cartel de Pablo Escobar estaba distribuyendo, desde Central Falls, más de $100 millones de dólares al año ($230 millones ajustados al dia de hoy) en cocaína.
CENTRAL FALLS, RI.- El pasado jueves 27 de diciembre falleció en su natal Central Falls el detective retirado Rudy Leganza, de 72 años. Leganza estudió su bachillerato en la escuela superior de Central Falls, fue sargento de la fuerza aérea durante la guerra de Vietnam y recibió una licenciatura de la universidad Salve Regina. En 1969, al regresar de Vietnam, fue contratado como policía en Central Falls, la ciudad más pequeña del estado más pequeño de esta nación. Era una carrera segura y predecible. Pasaría los años patrullando las calles de su juventud, velando por su comunidad, hasta que llegara el anhelado retiro. Jamás Leganza pudo haber imaginado, en aquel entonces, que alcanzaría fama mundial por darle un duro golpe a un notorio cartel de narcotráfico internacional.
A principios de la década de los 80s, Central Falls era una ciudad pujante y cruda, impulsada por las industrias centenarias establecidas a orillas del poderoso río Blackstone. De larga tradición inmigrante, contaba con unos 24 mil habitantes contenidos en una sola milla cuadrada lo que la hacía, en aquel entonces, una de las ciudades con mayor densidad poblacional de todos los estados unidos. Como referente, la ciudad de Nueva York cuenta con una densidad poblacional de 27 mil habitantes por milla cuadrada. La mayoría de sus habitantes eran de ascendencia franco-canadiense y colombiana, atraídos a esta microurbe, en diferentes épocas, por la abundancia de empleos de factoría y el bajo costo de vida.
Empotrar a 24 mil personas obreras y pobres dentro de una milla cuadrada llena de viviendas centenarias era una hazaña insólita que naturalmente generaba una serie de retos de índole social. Adicionalmente, la presencia de una numerosa comunidad inmigrante contribuyó a la percepción racista y desmesurada de que Central Falls era un lugar altamente peligroso y sin ley. En realidad, era una comunidad dividida. De un lado estaban los blancos, hijos y nietos de inmigrantes, que controlaban los estamentos del poder local y del otro los inmigrantes, mayormente colombianos, que buscaban salir adelante sin incursionar en el quehacer cívico de su ciudad ni hacer mucho ruido. Este fraccionamiento fue aprovechado por ciertos individuos que vieron, en este marasmo de calles estrechas y casas multifamiliares, una oportunidad para incursionar desapercibidos en la naciente industria del narcotráfico mayorista.
Tras más de una década como policía, Rudy Leganza fue nombrado teniente y jefe de la división de detectives en Central Falls a principio de la década de los 80s. Este nombramiento en una ciudad diminuta e insignificante de los Estados Unidos tendría un impacto enorme por pura coincidencia del destino.
A principio de la década de los 80s el consumo norteamericano de cocaína proveniente de Colombia se había consolidado como una tendencia sin precedente alguna. Miles de kilos de coca llegaban a los Estados Unidos proveniente de dos fuentes específicas. El cartel de Medellín, liderado por Pablo Escobar, controlaba la ciudad de Miami y de ahí distribuía el alcaloide a diversos puntos del país. Mientras tanto, el cartel de Cali, de los hermanos Rodríguez Orejuela, controlaba la ciudad de Nueva York con la misma finalidad. En aquel entonces no se había desatado la gran persecucion que acabaria con ambos carteles en los 90s y ellos parecían respetar sus territorios. Ambas organizaciones importaban miles de kilos de cocaína valorada en cientos de millones de dólares, los cuales eran consumidos rápidamente por una sociedad norteamericana entregada al desenfreno.
Para mediados de los 80s, la DEA había cobrado fuerza y el gobierno norteamericano comenzó a enfocar sus esfuerzos en romper el esquema de distribución en Miami. El cartel de Medellín estaba bañando a Miami en sangre y algo tenía que cambiar. En respuesta a la presión del gobierno norteamericano, los capos de Medellín comenzaron a explorar alternativas para distribuir su mercancía. Seguramente algún primo, cuñado o ex-vecino de un capo paisa sirvió para crear el puente que llevaría a establecer uno de los puntos más importantes de distribución del cartel de Medellín en nuestra pequeña ciudad de Central Falls.
Así fue como Central Falls se convirtió, al poco tiempo, en una oficina satélite del cartel de Pablo Escobar. Según informes de la DEA, para 1984 el cartel estaba distribuyendo, desde Central Falls, más de $100 millones de dólares al año ($230 millones ajustados al dia de hoy) en cocaína. Es importante destacar que, gracias al enorme valor de una mercancía compacta y fácil de ocultar, mover semejantes sumas no requiere de un ejército ni una gran conspiración. Era cuestión de contar con un puñado de hombres (y mujeres) de confianza, unos cuantos apartamentos donde encaletar la mercancía y el dinero, y muchísima audacia. Mientras un unos cuantos emprendedores se dedicaban a esta peligrosa hazaña, la inmensa mayoría de sus compatriotas trabajaban arduamente en las fábricas de Blackstone Valley y llevaban vidas de gran integridad y honor mientras debatían entre la nostalgia por sus tierras y las oportunidades que este país le brindaría a sus familias.
Es en este contexto que el teniente Leganza, jefe de detectives de Central Falls, comienza a atar cabos para entender cómo es que había tanta cocaína disponible a precios bajos en las calles de Central Falls. Leganza, un astuto detective que jamás se había apartado de su natal Rhode Island, se convirtió en una figura clave, coordinando esfuerzos con el FBI, el servicio de inmigración, la DEA y la policía nacional de Canadá para finalmente tumbar tan insólita red de distribución basada en Central Falls. No fue un golpe de suerte. No fue una coincidencia. Leganza, junto a su detective compañero, Mike White, armó un caso impresionante que llevó al arresto de varios operativos del cartel. Fue un golpe contundente al cartel de Medellín.
La historia de Leganza no tardó en regarse por todo el país. Sus aventuras fueron captadas en las páginas de la revista Rolling Stone, el New York Times y hasta la revista Selecciones. La productora de cine Warner Brothers compró los derechos a su historia con el fin de producir un film que nunca se llegó a realizar. Leganza pasaría de ser un policía olvidado en un pueblo olvidado a ser una autoridad nacional en la lucha contra el narcotráfico. En varias ocasiones fue invitado a testificar ante comités congresionales en Washington, ante el Departamento de Estado y otras entidades del gobierno federal.
Pese a la celebridad que adquirió, Leganza nunca dejó de ser un humilde hijo de Central Falls. Siguió trabajando en la policía hasta su retiro, con rango de comandante, a finales de la década de los 90s. Ya pensionado se dedicó a cuidar su humilde vivienda en la calle Tiffany, viajar con su esposa, Linda, y pescar y cazar junto a sus familiares. Leganza amo profundamente a su familia y a su ciudad, luchó contra la peste del narcotráfico pero nunca perdió la perspectiva. Siempre defendió a su ciudad ante las críticas, y siempre aclaró que el narcotráfico era un mal causado por un grupo muy pequeño de delincuentes, y que no se podía generalizar en cuanto a nacionalidades o inmigrantes quienes eran en sus palabras, “ciudadanos ejemplares”.
Leganza pudo ver con sus propios ojos cómo la imagen de su amada Central Falls fue cambiando en la opinión popular, hasta convertirse en una ciudad que representa esperanza y posibilidades. Pudo ver como aquella pujante comunidad colombiana se integró a la vida cívica y comercial de Central Falls, aportando al crecimiento y embellecimiento de la misma. Pudo ver al hijo de uno de esos “ciudadanos ejemplares” colombianos llegar a ocupar la alcaldía de su ciudad y transformar a esa pequeña ciudad en un foco de energía positiva.
Rudy Leganza amó a su ciudad, luchó por ella y fue, hasta el último instante, un ciudadano ejemplar de Central Falls.
El policía de Central Falls que desafió a Pablo Escobar
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