Padre Gildardo Suárez: “Me preocupa mucho la juventud”

Entrevista
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PROVIDENCE, RI.- Su misión sacerdotal inició en uno de los periodos más difíciles y sangrientos de Colombia, en momentos en que la supremacía de Pablo Escobar era incontenible. No obstante los peligros que a sus escasos 26 años tuvo que enfrentar en su oficio de sacerdote, el padre Gildardo Suárez nunca dudó de su vocación, convencido de que “Dios me eligió a mi” para cumplir un propósito en esta tierra.

Han pasado 25 años desde que el padre Gildardo Suárez, párroco de la Asunción en Providence, recibiera el sacramento del Orden Sacerdotal en Medellín, y tres lustros desde que asumiera, gracias a la “providencia divina de Dios”, según sus propias palabras, el cargo de párroco de esta iglesia que hoy cuenta con más de 700 miembros y en la que oficia siete misas semanales, tanto en español como en inglés.

Si bien los peligros a los que estaba expuesto en su país quedaron atrás cuando emigró a Estados Unidos, su temor al cambio, al idioma y culturas diferentes lo atormentaron durante mucho tiempo. El sacerdote refiere que ese miedo se ha desvanecido y que su misión de servicio a la comunidad religiosa y los residentes del vecindario se mantiene firme, tanto como su resolución de trabajar por los jóvenes, una población que confiesa “me preocupa mucho”.

En esta edición, conversamos  con el padre Gildardo Suarez sobre sus preocupaciones, logros y proyectos en la iglesia Asunción, ubicada en el 791 Potters Avenue, en la ciudad capital de Rhode Island.

ACONTECER LATINO: ¿Cómo llega a Rhode Island?

GILDARDO SUAREZ: Conocía al padre Otoniel Gómez, párroco de la iglesia Holy Spirit en Central Falls. Fuimos compañeros en el seminario en Colombia, y un día me llamó y  me dijo que había una gran necesidad de un sacerdote hispano. Yo estaba trabajando en San Luis, un pueblo muy difícil en los tiempos de Pablo Escobar y la guerrilla, y acepté. Llegué en el 2001 a la iglesia Asunción, y cinco años después, el párroco se retiró y la parroquia quedó bajo mi responsabilidad”.

AL: ¿Qué fue lo más difícil?

GS: Sentí temor de asumir la dirección de la iglesia. Me negué a ser el párroco cuando el padre Daniel Trainor me lo dijo. Pensé que todos los miembros se irían con él. También, como todo hispano, sentí mucho el choque cultural, no hablar  inglés y tener que hacer la misa en ese idioma fue un proceso muy difícil. Yo sudaba cuando me tocaba dar la misa en inglés. Recuerdo que me despertaba a media noche hablando inglés. Tenía pesadillas todo el  tiempo. Pero era el anhelo de poder responder al reto que tenía y que había asumido. Una vez, el padre me dijo que había un entierro. Era de un policía y estaba todo el mundo presente. Yo, con mi ‘broken’ inglés, hice lo que pude, pero nadie entendió nada. Mi primer entierro en inglés fue un desastre, pero lo hice. Gracias a Dios y a la ayuda de la gente, estudié y con la práctica he mejorado considerablemente.

AL: ¿Cómo encontró la iglesia y qué ha cambiado desde entonces?

GS: Cuando llegué no había tanta gente como ahora, pero contaba con una comunidad muy bonita. Me nombraron párroco en julio de 2006, cuando el padre Trainor se retiró, y acepté por obediencia. Le dije señor aquí estoy, haz tu obra. Lo primero que hicimos fue pintar la iglesia, un proceso que tardó seis meses y salió por $500,000. La gente de la iglesia pagó esa deuda en cuotas mensuales a cinco años. Ese trabajo nos unió a todos. Nos dio más consciencia. También reconstruimos la rectoría, sustituimos el piso de la parroquia, actualizamos todos los sistemas de oficina, instalamos computadoras con internet, adquirimos un equipo de sonido nuevo y cambiamos el sistema de telefonía. Ahora estamos trabajando en el sistema de alarma contra incendio y luego vamos a reparar las filtraciones del techo.

AL: ¿A qué atribuye usted la gran cantidad de miembros de la iglesia?

GS: Pienso que la clave es construir la comunidad en la iglesia y que la gente se sienta acogida. Cuando vas a una iglesia y sientes que no eres bienvenido, que nadie te ve, simplemente te vas. Tenemos un comité  de bienvenida a la gente. Es importante que lo reconozcan a uno como individuo y no como una masa.

AL: ¿Qué le falta a usted por hacer en la comunidad?

GS: Me preocupa mucho la juventud. Es un grupo en peligro. Nuestros jóvenes tienen muchos riesgos de  todas partes, como el internet y la presión social, especialmente nuestros jóvenes, hijos de hispanos y que están en medio de dos culturas. Ellos están nadando en dos aguas, un choque de culturas. Yo quisiera trabajar por los jóvenes. De hecho, iniciamos un proyecto con jóvenes en la parroquia, particularmente aquellos que se están preparando para ir a la universidad. Cuando ellos salen de la comunidad para ir al ‘College’ cambian y es ahí donde los perdemos. Queremos que antes de que vayan al ‘College’, nuestros jóvenes tengan una formación más fuerte a nivel comunitario y de fe para que cuando regresen no pierdan el sendero.

AL: ¿Qué opina de los casos abusos sexuales en la iglesia católica?

GS: Es una de las cuestiones más fuertes que he tenido que enfrentar desde que llegué a este país. Cuando vine, hace 15 años, estaban enfrentando el problema de los sacerdotes y los abusos sexuales,  y pienso que esto nos ha dejado una lección muy importante para aprender y es que en todos los grupos humanos hay problemas, pero no todos son malos. Usted no puede generalizar los casos. Alguien me envió, cuando llegué a este país, un mensaje que decía: Los sacerdotes son como los aviones, cuando se caen hacen mucho escándalo, pero ahora hay muchos volando. Me dije eso es cierto. Es muy vergonzoso. Hay que pedir perdón y trabajar para que nunca jamás vuelva a pasar. Pero mientras  unos caen, muchos otros están haciendo una obra maravillosa en el mundo. Tenemos muchos sacerdotes misioneros que han dejado todo y viven en condiciones inhóspitas, peligros y toda clase de precariedades, consagrados a su fe y su propósito. El mensaje es que no todos somos malos. Hay casos  muy tristes pero la gran mayoría de ellos como los policías, los médicos, los periodistas, hacemos un gran trabajo y hay que apoyarlos, con la oración y el ánimo de que somos parte de una comunidad.

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