“Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos”. Salmo 40:2.
Vivimos en un mundo lleno de peligros y tentaciones. Muchas veces los pies vacilan y tú resbalas y te lastimas.
El salmista nos habla en el verso de hoy de prisiones, de lodo cenagoso y pozo de la desesperación y es porque precisamente eso es lo que sucede. El pecado aprisiona, esclaviza, te domina, te quita la libertad.
Cuando el salmista se dejó arrastrar por el pecado, se sintió literalmente en el fondo del pozo y sin saber dónde ir, ni qué© hacer con su vida, clamó pidiendo socorro.
Jesús está siempre listo para aparecer en la vida de cualquier ser humano. Pero El no puede hacer nada por los que tratan de justificar su falta de temor de Dios y de explicar sus acciones equivocadas.
Por eso hoy, ven a Jesús, tal como estás. El es un Dios de amor, de perdón y de restauración. Permite que El enderece tus pasos y te guíe por las sendas de la vida.
¡Prosperada, bendecida y en Victoria!
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