Un privilegio y una gran bendición, un maravilloso regalo de la vida, una fuerza indescriptible de entrega sin reservas, puro amor incondicional. Agradecida siempre estaré por los hijos que cargué en mi vientre y los que encontré en mi camino.
Todas las mujeres que crían con amor y compromiso son buenas madres, sin importar si cargaron o no en sus vientres. Tampoco importa raza, religión, inclinación sexual, condición económica, política. Toda criatura venida al mundo demanda protección, ternura, caricias, alimentos y educación.
Mencionar los distintos roles en los que nos desempeñamos las mamás es extenso y sobre todo tendríamos que decir que fundamental, por el vínculo tan directo con la cría desde el momento de la gestación y así continúa en los primeros meses de vida de forma creciente. Los primeros años de formación, su desarrollo emocional y afectivo están ligados estrechamente a lo instruido y sobre todo a la confianza de que mamá está ahí, es también nuestra madre con quien establecemos nuestra primera relación.
En esta multitarea para ofrecer un buen producto a la sociedad, un buen ciudadano/na, capaz de respetar las leyes de Dios y las establecidas por los hombres, así que el rol es bastante complejo, comenzando porque no tenemos ningún certificado de garantía, simplemente no es una ciencia. Quizás, me atrevo a decir, que es el trabajo de mayor compromiso y duración más extendida cuya recompensa es precisamente saberlos bien a ellos mismos.
Por nuestros hijos podemos intentar ser para ellos todas las funciones en una y en detalles, pero la más importante en la crianza es ser guía, transmitirles amor y respeto, hay un millón de maneras de ser una buena madre, pero aun haciéndolo bien no existe una madre perfecta.
George Washington dijo sobre su madre: "Mi madre fue la mujer más bella que jamás conocí. Todo lo que soy se lo debo a mi madre. Atribuyo todos mis éxitos en esta vida a la enseñanza moral, intelectual y física que recibí de ella".
Siempre resulta conmovedor escuchar de boca de un hijo o hija referirse con esmero y agradecimiento a su madre, ocurre de inmediato una aceptación a esos buenos sentimientos, todos experimentamos emociones muy grandes simplemente porque nos hacen pensar en la nuestra.
Siempre he defendido la idea de que deberíamos pensar que somos hijos únicos, y que si tenemos hermano/as de la misma madre es coincidente; me explico, pensando así jamás estaremos reclamando el deber de los demás hermanos, sino que nos enfocaríamos en el nuestro, en ser el más grande motivo de orgullo para esa reina que nos acunó en su vientre, nos cuidó, rodeó de amor y protección, así responderemos a sus necesidades, sin chistar.
Reconocemos, valoramos, felicitamos a todas las madres en este mes de mayo, escogido para celebrarlas, las verdaderas representantes de Dios en este planeta, por su amor sin medidas, ese que permite que nuestros vástagos tengan raíces y lazos familiares fuertes y al mismo tiempo alas muy grandes que les permita ser independientes y felices, lo cual es, al final, lo más importante.
Hasta una próxima oportunidad. Vivir no se posterga. Seguimos en Orden Divino. Mi correo Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. Instagram @jnormarodriguez Twitter @jnormarodriguez Facebook Julia Norma Rodríguez.
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