La más reciente edición de la revista Rhode Island Monthly contiene un artículo sobre la comunidad franco-canadiense en el estado a principios del siglo veinte. Para aquel entonces, esta comunidad inmigrante, enfocada en la ciudad de Woonsocket, constituía la mayor concentración de franco-canadienses per cápita en todo el país. Resulta interesante comparar la historia de esta comunidad con la nuestra en la actualidad.
Los franco-canadienses comenzaron a llegar a finales del siglo diecinueve. Llegaban con la intención de trabajar una temporada, reunir un dinerito y regresar a su tierra natal. Hablaban francés y vivían su vida en un entorno completamente aislado de la cultura norteamericana. Asistían a misa en francés y enviaban a sus hijos a escuelas católicas bilingües para que no perdieran el idioma. Como era de esperarse, esto les resultaba escandaloso a muchos norteamericanos de la época. Acusaban a estos inmigrantes de ser sediciosos y rehusar la asimilación norteamericana.
Sin embargo, un siglo después, resulta casi imposible encontrar aquí a un gringo de ascendencia franco-canadiense que sepa más de dos o tres frases en francés. La asimilación los venció. Al igual que todos los grupos inmigrantes, incluyendo a los irlandeses y los italianos que llegaron en el siglo diecinueve, sus raíces familiares se fueron arraigando aquí con la llegada de hijos y nietos. Inevitablemente el sueño de regresar a su patria pasó a ser una fantasía utópica. El movimiento sindicalista comenzaba a cobrar fuerza y poco a poco estos obreros fueron entendiendo la necesidad de exigir mejores condiciones de trabajo. Esto requeriría organizarse en grupos políticos y crear coaliciones que se extendían más allá de su comunidad étnica. La importancia de conservar la identidad y los valores ancestrales pasó a un segundo plano. Ahora lo importante era asegurarles un mejor futuro a sus hijos y nietos.
La comunidad latina de Rhode Island tiene poco más de medio siglo de presencia significativa en el estado. Al igual que los grupos inmigrantes anteriores, también llegamos en gran parte con la intención de trabajar una temporada y regresarnos. Hemos conservado nuestra identidad y nuestro idioma. Claro está, en nuestro caso la llegada continua de nuevos inmigrantes latinos y los avances tecnológicos lo hace más fácil que en aquel entonces. La internet, las telecomunicaciones y los pasajes aéreos relativamente económicos, todos conspiran para que mantengamos nuestra identidad firmemente arraigada a pesar de llevar años y hasta décadas por acá. Aun así, la asimilación no se detiene. Nuestros hijos y nietos son, y serán cada día, más gringos, y nuestras raíces cada día más profundas y arraigadas.
Esto se ve reflejado en nuestra creciente participación política. Ya son veinte los oficiales electos latinos en nuestro estado y muchos más los interesados en ocupar escaños.
Un caso interesante es el triunfo en Pawtucket de la senadora estatal Sandra Cano. Esta joven, de ascendencia colombiana, ha escalado exitosamente en la política local de una ciudad donde los latinos no somos mayoría ni numérica ni política. Esto presenta un cuadro interesante pues, hasta la fecha, nuestros logros en materia política se habían centrado principalmente en poblaciones y distritos donde somos mayoría. En cambio, Cano llegó al Senado gracias a un electorado mayormente blanco y de edad avanzada; sin duda algunos de ellos de origen franco-canadiense. ¿Cómo lo logró? Aparte de ser una persona carismática e inteligente, pudo demostrar que su capacidad de trabajo trasciende fronteras.
El ejemplo de Cano es importante pues, con cada año que pasa, importa menos que seamos colombianos, dominicanos o guatemaltecos. También nuestra comunidad se esparce cada día más en el estado, más allá de las tradicionales zonas urbanas. Al igual que los franco-canadienses, la importancia de conservar la identidad y los valores ancestrales va pasando a un segundo plano ante la urgencia de asegurarles un mejor futuro a nuestros hijos y nietos que son, irremediablemente, "Rhode Islanders" de pura cepa.
Estamos entrando en una temporada electoral histórica para Rhode Island. Sin importar en qué parte del estado vivimos, podemos tener una gran incidencia en los resultados electorales y, por ende, en la toma de decisiones que impactarán el futuro de nuestras familias. O podemos optar por no hacer nada y dejar que otros decidan por nosotros. ¿Qué prefieres?
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