Al llegar a este país, sola, a los 17 años, comprendí muchas cosas que nunca me enseñaron en el colegio. Aquí se rompió la idea de los grados de colores dominicanos, ya aquí no soy india clara o "javá", aquí soy negra. Esta realidad de inequidad me llevó a investigar mi origen y el por qué me habían inculcado el miedo a lo negro, el miedo al haitiano
Este lunes 12 de marzo surgió un video desde la provincia de Pedernales, en República Dominicana, donde aparecían un sinnúmero de personas caminando por las calles de ese pueblo advirtiendo a haitianos que radican en ese lugar que en un plazo de 24 horas desalojaran el área, o se abstenían a las consecuencias.
Este video llegó a mí por medio de grupos en WhatsApp que denunciaban la acción y exhortaban a orar. Mi reacción inmediata no fue tan pasiva. Escribí que además de orar, había que conectarse con la gente en Pedernales y a nivel nacional para evitar que se repitan historias oscuras de nuestro pasado. Era evidente la diferencia de opiniones entre quienes analizábamos la situación, tanto los que residen en República Dominicana, como quienes vivimos en el extranjero. Esta es mi versión del porqué estas opiniones sobre la migración están tan dividas.
Como dominicana nacida y criada en Santo Domingo la problemática haitiana era como un tema incómodo e innecesario. Yo no soy haitiana, entonces qué me importa a mí. Los haitianos que veía o conocía realizaban diferentes oficios, que iban desde vendedores ambulantes hasta profesores del sistema escolar, como lo fue mi profesor de francés en el colegio que era mi imagen positiva sobre estos.
Al llegar a este país, sola, a los 17 años, comprendí muchas cosas que nunca me enseñaron en el colegio. Aquí se rompió la idea de los grados de colores dominicanos, ya aquí no soy india clara o "javá", aquí soy negra. Esta realidad de inequidad me llevó a investigar mi origen y el por qué me habían inculcado el miedo a lo negro, el miedo al haitiano. Comprendí el legado trujillista del cual nunca hablamos en ninguna clase o conversación familiar. De verdad, ¿piensa el dominicano que estar bajo una dictadura de 31 años con un presidente que denotó la inferioridad negra no tiene consecuencias físicas y mentales?
No es un secreto para nadie que el gobierno dominicano es el más beneficiado de la inmigración indocumentada de haitianos y de su mano de obra, utilizada, principalmente, en las labores agrícolas y la construcción. En todo esto, el gobierno hace poco para hacer cumplir las leyes migratorias.
Somos un pueblo de gente buena, trabajadora, de fe religiosa y familiar. Promover violencia y cualquier maltrato a haitianos por habérseles permitido emigrar al país sin documentos no es la solución. Nuestra lucha es darle un ultimátum al gobierno dominicano y sus partidos de competencia para que creen leyes migratorias más justas y que las cumplan.
Llama a tu familia y amigos en República Dominicana y diles que además de tu voto y remesas, tienes voz en el asunto y estás en contra de la violencia hacia el haitiano. Hazles saber que tú, como inmigrante, no estás de acuerdo con que saquen a nadie a golpes. No permitas que tus familiares frustrados con razón, se ensucien las manos de sangre.
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