Cuando queremos comunicar nuestras ideas, nos gusta ser escuchados de manera efectiva, con atención y sin prejuicios. Sin embargo, cuando se invierten los papeles y somos quienes escuchamos a otros, no siempre respectamos los parámetros que deseamos para nosotros mismos.
Una comunicación efectiva entre parejas, compañeros de trabajo, políticos o religiosos debe seguir algunas reglas entre las que se cuentan: escuchar activamente.
Si nuestra meta es ser exitosos como padres, esposos, profesionales o en cualquier otra disciplina, entonces debemos serenar nuestras emociones y reentrenar nuestro cerebro.
Tanto en una conversación amistosa como en medio de un conflicto, las prácticas contemplativas que ayudan a la escucha activa son herramientas invaluables para más posibilidades de lograr el objetivo deseado.
Si despertamos nuestra autoconciencia y la sensibilidad, podremos comprender los significados ocultos entre las palabras. Cuando captamos los sentimientos, podemos responder con mayor certeza a nuestro interlocutor; sea niño o adulto, profesional o analfabeto, amigo o enemigo.
Para transformar los hábitos sociales disfuncionales que nos impiden escuchar activamente necesitamos fortalecer nuestra capacidad como oyentes. Para ello hay varias herramientas a utilizar.
Parafrasear o resumir lo que cree que escucha y llama su atención para estar seguro que es lo mismo que su interlocutor quiere expresar. Reflejar el estado emociona y mostrar que usted sabe cómo se siente esa persona. Validar es la tercera herramienta con la cual usted acepta aunque no esté de acuerdo.
Tras estos pasos usted tiene la oportunidad de expresar sus puntos de vista y opiniones de manera más sopesado.
De su parte, la otra persona estará más comprometida para escuchar con más calma, atención y respeto sus comentarios, y podrá verlos más como aportes y no como ataques. Esa persona se sentirá más valorada y en consecuencia estará más abierta a llegar a un acuerdo o a seguir sus recomendaciones.
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